jueves, 30 de junio de 2016

LA ÉTICA PROFESIONAL Y SUS PARADIGMAS

LA ÉTICA PROFESIONAL  Y SUS PARADIGMAS











LA ÉTICA PROFESIONAL COMO RELACIÓN SOCIAL HACIA UNA VISIÓN COMPLEJA PARA EL ESTUDIO DE LA ÉTICA EN LAS PROFESIONES

     A partir de un análisis de la investigación de la ética profesional y de los resultados preliminares del "Proyecto interuniversitario sobre ética profesional" en el que participan 15 universidades del país, el artículo plantea el concepto de religación social, desarrollado por Edgar Morin (2005), como un elemento que puede ayudar a comprender la ética profesional desde una perspectiva compleja. Asimismo, puede enriquecer los trabajos de investigación sobre el tema con una perspectiva que contemple el fenómeno ético en las profesiones. El artículo propone trascender la visión de valores profesionales como enfoque investigativo, y acercarse al fenómeno de la ética profesional desde el entramado complejo que constituye la toma de decisiones profesionales en el mundo de crisis–cambio–globalización de este siglo XXI.

I.              ÉTICA PROFESIONAL: PROBLEMÁTICA

    En las relaciones cotidianas de unos individuos con otros surgen problemas cuya solución afecta al que lo crea y a las personas que sufrirán las consecuencias, como abuso de poder, conflicto de intereses, nepotismo, soborno, lealtad excesiva, falta de dedicación y compromiso, abuso de confianza, encubrimiento, egoísmo, incompetencia, Utilizar el puesto para "pisotear" o unos o para favorecer a otros Emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio beneficio, Reclutar muchos miembros de una misma familia en una institución, Aceptar dádivas a cambio de dar un trato especial a favor de alguien como retribución por actos inherentes a sus funciones Mentir para encubrir, la conducta impropia del supervisor, aun en contra de los principios morales No dar el máximo esfuerzo en el trabajo, hacer uso indebido de los recursos disponibles en la institución, Callar para encubrir a un traidor, movido por su amistad o temor. Buscar el bienestar propio en detrimento del beneficio de los demás " Toda jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia" Honestidad Integridad, Compromiso, Lealtad Ecuanimidad, Dedicación, Respeto, Responsabilidad ciudadana, excelencia, ejemplo Conducta intachable La ética debe convertirse en un proceso planificado, con plena conciencia de lo que se quiere lograr en la transformación de nuestras vidas. Debemos desarrollar al máximo el juicio práctico y profesional para activar el pensamiento ético, reconocer qué es lo correcto de lo incorrecto y contar con el compromiso personal para mantener el honor y el deber.
     La problemática surge debido a la crisis del cambio de la globalización en que se encuentra el mundo hace que el tema de la educación en valores adquiera cada vez mayor relevancia. En esta primera década del siglo XXI, las investigaciones relacionadas con los valores en la educación y los programas de formación de valores han ido creciendo en número y en importancia dentro del sistema educativo nacional. De esta relevancia creciente dan cuenta las memorias de los últimos congresos nacionales de investigación educativa, 1 la creación y constitución formal de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y 2 la publicación de numerosos trabajos en revistas y libros especializados (por ejemplo: Ribeiro, 1999; Yurén, Navia y Saenger, 2005; Gárate, 2008; Alcántara, Barba y Hirsch, 2009).
     En el nivel universitario, una de las vertientes relevantes de investigación dentro del campo de la educación en valores es la de la ética profesional, campo en el que se encuentran trabajando un buen número de académicos miembros de la Reduval.
     Una revisión general de la investigación realizada en este campo de la "Ética profesional" (Hirsch, 2001, 2003, 2006; Benítez, 2009) revela que la gran mayoría de los proyectos se enfocan en buscar cuáles son los valores que declaran como importantes los estudiantes o profesores universitarios de licenciatura y posgrado, qué valores profesionales consideran los estudiantes o académicos de las distintas disciplinas que se tienen que formar o se están formando en los universitarios, qué valores están fundamentando los currículos de diferentes áreas o qué importancia le conceden a los valores los planes de estudio de las distintas instituciones de educación superior.
     Un ejemplo relevante de investigación en este campo es el "Proyecto interuniversitario sobre ética profesional", que se ha venido trabajando por equipos académicos de 15 universidades del país, bajo la coordinación de la Dra. Ana Hirsch Adler del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) (Hirsch y López Zavala, 2008).
     Las instituciones que participan desde el año 2006 en esta investigación son: Universidad Autónoma de Baja California, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Autónoma de Sinaloa, Universidad de Guanajuato, Universidad de Yucatán, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Universidad de Monterrey, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Universidad Autónoma de Chiapas, CETYS Universidad (de Ensenada, Baja California), Universidad Veracruzana, Universidad Iberoamericana Puebla (UIA Puebla) y Universidad Nacional Autónoma de México.

     El Proyecto ha venido explorando, a lo largo de tres años, las competencias y los rasgos de la ética profesional entre los universitarios de mayor nivel académico, que son los docentes y estudiantes de posgrado, a partir de la aplicación de un cuestionario elaborado y validado por la Dra. Hirsch en universidades españolas y en la UNAM.
     En este estudio se asume que existe una diversificación y desigual jerarquización de los valores ético–profesionales en las diferentes especialidades, maestrías y doctorados, y en las diferentes universidades que participan en la encuesta.

II. PROFESIÓN Y HUMANIZACIÓN

En este proyecto de investigación se parte de la siguiente definición de profesión:
Una actividad social cooperativa, cuya meta interna consiste en proporcionar a la sociedad un bien específico e indispensable para su supervivencia como sociedad humana, para lo cual se precisa el concurso de la comunidad de profesionales que como tales se identifican ante la sociedad (Cortina, 2000, p. 15).

     Esta definición tiene claramente expresada la dimensión ética que está implícita en todo que hacer profesional y el sentido social cooperativo que define a toda actividad profesional. La profesión es, por definición, una actividad ética que busca construir un bien específico en la sociedad, un bien que es indispensable para poder llamar a la sociedad, "sociedad humana". Este ejercicio precisa el concurso de una comunidad de profesionales que se identifiquen y que construyan una identidad social. Pero la realidad actual de la formación profesional parece ser otra. En efecto, la formación profesional parece más bien ser parte del problema y no parte de la solución al "largo ciclo de decadencia" (Lonergan, 1999; p. 284) de nuestra civilización.
     La triste realidad de las universidades es que, como afirmaba Gorostiaga están formando "profesionales exitosos para sociedades fracasadas".  En este sentido parece ser que no se encuentra operando en la realidad de los profesionales una visión ética de la profesión, puesto que no se está buscando el ejercicio de una actividad social cooperativa, sino de prácticas altamente competitivas. Tampoco se está orientando hacia la construcción de un bien específico que la sociedad requiere, sino hacia el beneficio económico personal de los grupos que tienen acceso a la formación universitaria.
     El proyecto interuniversitario define la ética profesional como: La indagación sistemática acerca del modo de mejorar cualitativamente y elevar el grado de humanización de la vida social e individual, mediante el ejercicio de la profesión. Entendida como el correcto desempeño de la propia actividad en el contexto social en que se desarrolla, debería ofrecer pautas concretas de actuación y valores que habrían de ser potenciados. En el ejercicio de su profesión, es donde el hombre encuentra los medios con que contribuir a elevar el grado de humanización de la vida personal y social (Fernández y Hortal, 1994, p. 91).
     La pregunta abierta ¿Cuáles son, según su opinión, los cinco rasgos principales que definen a un buen profesional?, se responde de distinta manera, desde las perspectivas de los sujetos encuestados en las 15 universidades que participan en el proyecto y las 12 que contribuyeron con un capítulo en el libro coordinado por Hirsch y López Zavala (2008) que presenta los resultados preliminares de la investigación. Las respuestas diversas parecen ser altamente coincidentes con el sustento y el discurso filosófico–pedagógico–ético–social que plantean los idearios de cada una de las universidades y con el contexto en el que se realiza la formación de posgrado en dichas instituciones.

     Se puede decir, entonces, que a partir de las definiciones y los modelos de cada institución, se han ido construyendo representaciones sociales (Moscovici, 2001) que identifican las respuestas de los profesores y estudiantes de cada universidad ante esta pregunta abierta. Es así que por ejemplo, en la Universidad Iberoamericana (UIA) Puebla los rasgos de un buen profesional se orientan mayoritariamente hacia lo que en la definición del proyecto se llama: competencias éticas y se ubican en el último lugar las competencias sociales. Esto podría ratificar los resultados de la investigación con egresados de la UIA Ciudad de México, que coordinó Muñoz Izquierdo hace unos años (Muñoz, Rubio, Palomar y Márquez, 2001), en la que se muestra que los estudiantes reciben un fuerte impacto en su formación profesional, respecto a los valores humanos personales, pero no tienen suficiente desarrollo en cuanto a la valoración de aspectos relacionados con el compromiso social y la justicia, que son eje fundamental en el ideario de dicha universidad.
     En la Universidad Autónoma de Chiapas, por ejemplo, las competencias con mayor valoración son las cognitivas, seguidas de las afectivo–emocionales. En la Universidad Autónoma de Tamaulipas ocupan el primer lugar las afectivo–emocionales y en la UNAM parece haber un equilibrio axiológico entre los cuatro tipos de competencias aunque también se valora por encima de las demás la competencia cognitiva.
     Es importante mencionar que esta investigación –como la mayoría de las encontradas en las memorias de congresos y libros publicados en este campo– está situada en el análisis de los valores que declaran los estudiantes y profesores de posgrado y no aporta resultados en cuanto a la ética realmente vivida por ellos. El trabajo de investigación basado en este concepto de valores profesionales es, de cualquier modo relevante, porque como se mencionó, existe una relación dialógica indisoluble entre la praxis, el discurso y el análisis reflexivo en el terreno de la ética profesional, que puede ser entendida también como el:
     Conjunto de aquellas actitudes, normas éticas específicas y maneras de juzgar las conductas morales, que la caracteriza como grupo sociológico. Fomenta, tanto la adhesión de sus miembros a determinados valores éticos, como la conformación progresiva a una tradición valorativa de las conductas profesionalmente correctas. Es, simultáneamente, el conjunto de las actitudes vividas por los profesionales y la tradición propia de interpretación de cual es la forma correcta de comportarse en la relación profesional con las personas (Franca–Tarragó, como se cita en Pérez, 1999, p. 51).
Desde esta definición de ética profesional se puede ver cómo, la tradición práxica y discursiva de un gremio profesional genera una tradición valorativa, a partir del ejercicio concreto de la profesión y de la manera en que se va construyendo la interpretación aceptada en cada gremio profesional sobre las conductas que son válidas o correctas desde una perspectiva moral.
Sin embargo, resulta muy relevante para los fines de este trabajo, destacar que esta tradición valorativa que sirve de referente discursivo a los distintos gremios profesionales sobre los valores profesionales aceptados o deseables, no es necesariamente la que va a determinar las decisiones concretas de los profesionales en su práctica cotidiana.
¿Cómo encontrar otros referentes que puedan orientar la investigación sobre la ética profesional desde una perspectiva compleja, y que permitan dar cuenta de los dilemas y las contradicciones éticas que enfrenta todo profesional en la toma de decisiones concretas, en casos específicos más allá de los códigos deontológicos o las tradiciones valorativas establecidas en cada campo?
La respuesta de este trabajo se fundamenta en los conceptos de deberes de religación humana y, específicamente, de religación social que desarrolló el francés Edgar Morin en su obra (2005).


III. LOS DEBERES FUNDAMENTALES EN LA VIDA MORAL


     Edgar Morin (París, 1921) es considerado uno de los teóricos de mayor relevancia en el campo del llamado pensamiento complejo. Este enfoque tiene como punto de partida fundamental la necesidad urgente de un cambio en la racionalidad científica y en la vida cotidiana, para trascender la visión simplificadora que la cultura y que tiende a separar, dispersar y desunir los elementos de las distintas realidades problemáticas, para analizarlos; pero al hacerlo los descontextualiza y los saca de su ámbito de relaciones. Por ello produce comprensiones distorsionadas de los fenómenos. La lógica disyuntiva que tiende a simplificar los fenómenos, a verlos desde una sola perspectiva y disciplina y a excluir el desorden, que es parte fundamental de la propuesta moriniana de complejidad: la realidad natural y humana está siempre regida por la dinámica orden–desorden–interacciones–organización. Para comprenderla es necesaria una visión que articule todos los elementos inseparables de un fenómeno. Como afirmaba Pascal (1976), tener como imposible entender el todo sin comprender las partes y comprender las partes sin entender el todo de los fenómenos de la realidad. Es necesaria pues, una lógica de conjunción y no de disyunción, así como una racionalidad capaz de incluir y lidiar con el desorden y no solamente con el orden en los fenómenos naturales, humanos y sociales, incluyendo por supuesto el campo de la ética: "La ética se manifiesta para nosotros, de manera imperativa, como exigencia moral" (Morin, 2005, p. 19).
De esta exigencia moral, que nace de la fuente ya descrita, emergen todos los valores y elementos constitutivos más elaborados y complejos que se podrían considerar propiamente humanos, incluyendo por supuesto los valores profesionales. Todos estos elementos constitutivos de la estructura moral humana están arraigados en este imperativo moral fundamental, que es el fruto de la organización biológica básica de los sujetos humanos, es decir, que depende de la estructura físico–química y orgánica que constituye a los seres humanos en tanto organismos vivientes. De esta manera, como dice Morin (1981, p.135): "La conciencia (moral), la libertad, la verdad, el amor, son frutos, flores...los fines sublimes a los cuales nosotros nos abocamos, son las eflorescencias de sistemas de sistemas de sistemas, de emergencias de emergencias de emergencias".

     Esta es la paradoja fundamental de la autonomía y de la libertad humana: que al mismo tiempo que depende totalmente de la organización biológica y de sus procesos físico–químicos, los trasciende.
Esto podemos empezar a comprenderlo a partir del momento en que un ser viviente se convierte en una exigencia existencial para otro (...) la exigencia existencial del otro introduce literalmente al ser egocéntrico en las interdependencias y las interretroacciones policéntricas/acéntricas.
     Por su carácter competente, toda organización viviente implica una toma de decisiones, aunque sea a nivel elemental y no consciente, ni propiamente libre. Esta decisión se presenta cuando se procesa información para organizar y mantener la vida y su interacción con el ecosistema; existe una alternativa o incertidumbre y, por tanto, existe posibilidad de elección. En esas situaciones la computación del organismo viviente se encuentra sujeta a una necesidad de "toma de partido" por una opción u otra, en la que "juega un papel lo aleatorio pero no solamente es aleatoria, puesto que el mismo proceso computante reconoce la incertidumbre y participa en esta elección" (Morin, 1997, p. 192).
     Este carácter de distribuidor de valores, que define a todo sujeto viviente, es el que aporta la base biológica para pensar la ética humana. Si bien es claro que este acto de distribución de valores, en sus etapas más elementales, no es todavía un acto plenamente moral por no ser un acto consciente.
      De esta manera, la perspectiva moriniana de la ética arraiga la noción de la ética en la estructura de la vida biológica, sin reducirla a esta dimensión. Este arraigo asume plenamente las contradicciones que surgen de la estructura misma del ser viviente, que se manifiestan también en esta dimensión de la existencia y que nacen del hecho de que "cada ser viviente integrado en un ser de grado superior (la célula en el organismo, la hormiga en el hormiguero), está condenado a la vez al egoísmo y al altruismo" (Morin, 1997, p. 244).


IV. ÉTICA PROFESIONAL COMO RELIGACIÓN SOCIAL: HACIA UNA VISIÓN COMPLEJA



    La ética profesional que se desarrolla y evoluciona o involuciona a partir de las influencias del contexto social amplio, está fundada como toda ética, según Morin (2005), en una exigencia o deber de religación. Esta religación se da con el mismo sujeto, con los demás, con la sociedad y también con la especie humana.
     Las definiciones de ética profesional que se encuentran en el sustento de la mayoría de las investigaciones recientes sobre el tema (Hirsch, 2001–2002, 2002a, 2002b; Amaro et. al., 2008; Kepowicz, 2007) y en particular en el proyecto interuniversitario descrito sintéticamente en la segunda sección de este artículo, tienen sobre todo relación con el deber de religación social, es decir, con el ejercicio de una actividad que busque generar un bien social, con el hecho de que el profesionista individual aporte a través de su práctica un beneficio a la sociedad en la que vive.
     Sin embargo, los resultados de dichas investigaciones muestran contradicciones evidentes en lo que declaran los profesionistas entrevistados. Dado que en su noción de lo que debe ser un buen profesional se encuentran valores éticos como la honestidad o la responsabilidad pero no se presentan valores ligados al beneficio social, se declaran como importantes valores ligados al conocimiento y la destreza técnica, pero no se valoran tanto los relativos al bienestar colectivo. Se identifican también valores ligados a lo que en el proyecto se denomina "competencia afectivo–emocional" –que tienen que ver con necesidades afectivas individuales–, pero se dejan muy por debajo las relativas al bienestar común.
     Estos resultados son plenamente consistentes con la caracterización de la crisis de fundamentos éticos que hace Morin (2005): aumento del deterioro del tejido social, debilitamiento del imperativo comunitario y de la ley colectiva; fragmentación y algunas veces, disolución de la responsabilidad debida a la excesiva compartimentación y burocracia de las organizaciones y a la sobrevaloración del dinero.
     Entender la ética profesional fundamentalmente como religación social tendría que llevar a los investigadores y a los teóricos del tema a mirar esta dimensión dentro del contexto multidimensional de las exigencias de religación que experimenta todo ser humano y son base de la vida ética. Todo profesional vive también inmerso en una experiencia de religación individual –principio egoísta– que lo hace velar por su propia supervivencia y hacerlo mucho más enfáticamente en una época de "competencia salvaje" derivada del desarrollo de la globalización del mercado sin globalización de lo humano. Todo profesional vive también la experiencia del deber de religación con los suyos, el deber genocéntrico que lo hace actuar a veces hacia el respeto a su propia tradición y a sus antepasados por encima del bienestar social. Todo profesional tiene además un compromiso como miembro de la especie humana, un deber antropocéntrico que debería orientarlo hacia acciones y decisiones que privilegien la necesidad de salvar a la humanidad, realizándola incluso por encima de lo que conviene a la sociedad a la que pertenece o de lo que prescriba la tradición valorativa de su gremio.
    Pero además, es necesario considerar que "el problema ético surge cuando dos deberes antagónicos se imponen" (Morin, 2005, p. 47). El profesional en el actual cambio de época está siempre cruzado por contradicciones que se vuelven auténticos dilemas morales, si toma en serio su compromiso social desde la profesión.
     Existen deberes antagónicos que coinciden y chocan entre sí cuando un profesional persigue comportarse éticamente hoy. ¿Cuántas veces lo que es mejor para uno producirá un daño a la sociedad? ¿Cuántas veces en la vida humana entran en contradicción lo que es más ético hacer, visto desde la religación social, y la forma más ética de actuar, vista desde la religación con la especie humana? ¿Hasta dónde lo que hace honor a nuestra herencia puede ser inconveniente para el propio bienestar?
     Este tipo de contradicciones no están previstas en la mayor parte de la investigación sobre ética profesional, y constituyen un campo fértil de trabajo para futuros proyectos en esta línea. La ética profesional que esté a la altura de nuestros tiempos más que indagar acerca de los valores que se declaran, debe hacerlo sobre las contradicciones y tensiones morales que enfrentan los profesionales en un mundo cada vez más complejo y global: "Así, como el pensamiento complejo, la ética no escapa del problema de la contradicción. No hay imperativo categórico único en todas las circunstancias", plantea Morin (2005, p. 47), y este es un asunto que no está incluido explícitamente en la investigación dentro del tema de la ética profesional. La indagación acerca de los criterios de decisión y los modos de actuar del profesional en distintas circunstancias, puede ser otra perspectiva de análisis mucho más acorde con las éticas de la toma de decisiones, que responden con mayor precisión a la problemática ética a la que se enfrenta un profesional en nuestros días.

¿Cuáles son las contradicciones que enfrentan los profesionales en un sistema que considera la estética, la comodidad, el confort y la ganancia económica por encima de valores fundamentales en el discurso ético de las distintas tradiciones profesionales? Esta pregunta puede ser investigada si se asume la perspectiva ética compleja de Morin más allá de la visión de los "valores profesionales" que es la dominante en el campo de la Ética profesional hoy en día.
MORAL COMO ACTITUD

Partiendo del análisis de la ética profesional como religación social,hacia una visión compleja para el estudio de la ética en las profesiones podemos exponer la ética interpersonal e impersonal.

ÉTICA INTERPERSONAL Y ÉTICA IMPERSONAL

     La génesis del individuo está socialmente mediada: la individualización se produce a través de la socialización. En Ética y Política, Aranguren subrayó la necesidad de la apertura a los otros para que se pudiese hablar de una actitud realmente ética que, sin menoscabo del protagonismo individual, pudiese generar una ética social o transpersonal, desplegada en:
     Ética interpersonal o ética de la alteridad, en la que el otro es un alter concreto, o en una…
     Ética impersonal o ética de la aliedad, en la que el otro no es un alter al que conozco y trato, sino un alius, es decir, un otro innominado y más o menos distante, pero al que asimismo estoy obligado en las tareas colectivas de la sociedad a la que pertenezco.
Ética de la convicción y ética de la responsabilidad
    La persona que se mueve mediante una ética de la convicción lo hace por principios incondicionados, con independencia de los resultados derivados de su actuación, es decir, son entrar en un cálculo de las consecuencias derivadas de su acción, conforme al lema “Obra bien y deja el resultado en manos de Dios”.

     Otras personas, como los políticos, aún no careciendo de principios, ha de estar atento a las consecuencias previsibles e incluso laterales y no deseadas de suacción, moviéndose conforme a una ética de la responsabilidad. Este tipo de ética se desliza  por la peligrosa pendiente de la violencia y el mal:
“Ninguna ética del mundo puede eludir el hecho de que para conseguir fines “buenos” hay que contar en muchos casos con medios moralmente dudosos, o al menos peligrosos, y con la posibilidad e incluso la probabilidad de consecuencias laterales moralmente malas” (Weber)”
     No se trata de dos tipos de éticas, una para el común de los mortales y otra para los políticos, pues éstos se encuentran tan sometidos a los principios éticos como los demás, sino de las nunca fáciles relaciones entre ética y política, las cuales pueden oscilar entre la actitud del “alma bella”, que preserva la limpieza de sus manos a costa de su escapismo o que que se convierta en fanática, y la presuntamente eficaz, pero sin escrúpulos, que sacrifica al dios de la violencia principios y personas.

Ética normativa: ética teleológica y ética deontológica
     La ética normativa es aquella disciplina filosófica que trata de señalar lo bueno o lo malo en la vida humana, lo que debemos hacer en el orden de los princpios, siendo misión de la phrónesis, de la prudencia en el sentido aristotélico del término, su aplicación a la inmensa variabilidad de los casos particulares.
     La ética teleológica advierte que el Bien es aquello a los que todas las cosas tienden, siendo la eudaimonía (habitualmente traducido por felicidad) el bien buscado por los humanos. Toda su estrategia consiste en llenar de contenido normativo el concepto de felicidad.
     El paradigma deontológico de la ética procede de Kant quien argumenta a su entender que si el fin que quizá podemos atribuir a la naturaleza hubiera sido que el hombre fuese simplemente feliz, la naturaleza lo habría equipado para tal propósito con cierto sistema que le permitiera acceder a través de un sistema instintivo que no errara ni en los fines ni en los medios necesarios para obtener la felicidad. Al dotarle de razón y libertad parece que el hombre queda alejado de verdadera satisfacción, pues el cálculo relativo al disfrute de la vida acaba por conducir a muchos a una cierta misología u odio hacia la razón, al desesperar de ésta como medio adecuado para tal disfrute. El fin de la razón, para Kant, no es tanto (o no sólo) la consecución de la felicidad, sino el hacernos dignos de ella a través de una buena voluntad.

TEORÍAS DESCRIPTIVISTAS Y NO-DESCRIPTIVISTAS

Dentro de las teorías descriptivitas encontramos:
     Teorías naturalistas: estiman que las condiciones de verdad de los enunciados morales son similares a las de las ciencias empíricas, por lo que los métodos de éstas serían suficientes para dilucidar su verdad o falsedad, sin precisar de ninguna premisa ética, dado que el significado de los enunciados éticos es similar al de aquellos otros en los que no aparecen términos éticos.
     Teorías intuicionistas: comparte con el naturalismo el que los enunciados éticos pueden ser verdaderos o falsos y el que los términos éticos se refieren a propiedades, pero sosteniendo sin embargo que esas propiedades no son definibles no empíricamente observables, sino propiedades morales sui generis, sólo accesibles a la intuición.
     Para el no-descriptivismo ni los términos éticos se refieren a propiedades ni los enunciados éticos pueden ser parafraseados metalingüísticamente en el lenguaje de la verdad o de la falsedad.
     Según el emotivismo un enunciado ético no describe nada del mundo, sino que expresa las actitudes o emociones del hablante, haciéndose imposible el discurso racional en Ética.

     El prescriptivismo insiste en que la función de los enunciados éticos, aun no siendo descriptiva, es asimilable a la de otros enunciados no fácticos, como ordenar, prescribir, aconsejar, etc. asólo que las convicciones éticas no deberían identificarse con la posesión de actitudes, deseos o emociones personales, sino con la de actitudes impersonales o “morales”, si es que el discruso ético es racionalmente posible, sin reducirse a la retórica.

Para finalizar se puede decir que la ética profesional es el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad, implica establecer una distinción entre lo que sea bueno y lo que sea malo desde el punto de vista ético, y si el bien y el mal éticos coinciden o no con lo que serían el bien y el mal en sí.
  1. Un profesional que no es ético puede generar consecuencias negativas en la vida de otras personas. A modo de ejemplo, si se es médico, abogado o político, se puede cambiar el destino de esa persona, de la familia y de la sociedad", dice Regina Zambrano, catedrática de Responsabilidad Social y Legislación Empresarial de ESPAE-ESPOL.

  2. PRINCIPIOS DE ETICA PROFESIONAL La mejor garantía del éxito profesional radica en el leal y exacto cumplimiento de nuestros deberes.( El deber ser y el deber hacer).

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